
El cuidadísimo y pulcro de Villaluenga del Rosario, se arrebuja armónicamente entre sí, sobre calles empinadas que se prolongan hasta intimar con los peñascos y la vegetación. Sus casas recoletas de tejados ondulados, donde se posan chimeneas, angostos postigos, fachadas blancas, floridos balcones. , forman un conjunto pintoresco y armónico, que exaltado por las nieves del invierno, hacen que este paisaje penetre en el alma del poeta y en las pupilas del pintor.